Cuando queremos ayudar a nuestros hijos o a los demás, muchas veces, supone cierta obsesión, de manera que nos resulta primordial para nosotros ofrecer esa ayuda y que sea tomada, tenga su efecto y sea agradecida. Sin embargo, es la mejor manera en la que nuestra dependencia toma forma, es el síntoma que nos hace tomar consciencia de que estamos huyendo de nosotros mismos.
Eso termina siendo una ayuda no sincera, que poco efecto puede tener en los demás, o suponer un obstáculo más que una ayuda, y encima no va a ser agradecida. De esta forma, desconectamos de nuestras propias necesidades y además obtenemos mucho sufrimiento.

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