El tema de la felicidad me parece tan buscado por todos y también tan mal entendido que no puedo evitar hacer una segunda parte de la anterior entrada.
He descubierto un interesante artículo en el último número de la revista Papeles del Psicólogo, titulado La psicología positiva y sus amigos: en evidencia, de Marino Pérez-Álvarez, de la Universidad de Oviedo. Aunque no estoy de acuerdo con el artículo en toda su extensión, pues como siempre digo, todos y todo, tenemos y tiene sus puntos ciegos, y en una próxima parte La felicidad III lo aclararé.
En este artículo se hace referencia a la parte en la que esta nueva corriente de psicología positiva tiene sus puntos ciegos, como toda corriente; en su caso, uno de sus puntos ciegos sería que no es tan positiva.
Parece contradictorio y lo es, la cuestión es que se exalta de tal manera todo lo positivo que se termina haciendo una gran separación entre todo lo que suena a positivo y todo lo que suena a negativo. Por ejemplo, lo que solemos llamar emociones negativas, es decir, que nos hacen sentir mal, pero tan necesarias y sanas en muchos momentos de la vida y tan coherentes con los diferentes sucesos vitales, se terminan rechazando y apartando de esta corriente, como que no hay que prestar atención ahí y, sin embargo, la atención hay que ponerla plenamente en lo positivo, o que nos suena a positivo. De esta manera estaríamos considerando no positivas a todas esas emociones desagradables, cuando realmente también son positivas para nosotros.

Y el peligro de esto es que terminemos entendiendo por felicidad una especie de euforia, un «optimismo sin escrúpulos», como dice Marino en su artículo, finalmente siguiendo sus palabras:

«El derecho a la felicidad se ha transformado así en imperativo eufórico que crea vergüenza o malestar entre quienes se sienten excluidos de ella. En la época en que reina la «felicidad despótica», los individuos ya no se limitan a ser desdichados, ahora se sienten culpables por no sentirse bien.»

De manera que emociones y sentimientos como la tristeza, el enfado, la desesperanza, y otras muchas quedan relegadas al sótano psicológico, desde ahí es desde donde sí pueden hacer daño, cuando se pretenden rechazar y salen desde la sombra boicoteando en nuestras vidas, de forma que terminamos asociando esa forma destructiva de expresarse con la emoción y el sentimiento en su totalidad, sin poder llegar a diferenciar su magnifica función en nuestras vida cuando no se niegan sino que se las hace partícipe precisamente para ayudarnos a conocernos y a ser felices.

Por tanto cuando leemos esos libros de autoayuda en los que parece tan fácil acceder a la felicidad, si nosotros no conseguimos eso tan fácilmente, entonces aparece la cuestión: «¿seré yo tonta?, ¿no lo entiendo?, ¿no soy capaz de conseguirlo o esto no es para mí?

Pues esta es la consecuencia negativa para muchas personas de los puntos ciegos de esta corriente, y desde luego no parece el camino más sensato, pues apartando de nuestras vidas todo aquello que nos resulta molesto de nosotros mismos, no sólo es un gran esfuerzo sino que además es imposible. 

Por otra parte todos necesitamos cada una de esas emociones llamadas negativas, cada una tiene una función muy importante, dejar que hagan su trabajo y aprender a trabajar con ellas es lo que nos llevará a conocernos mejor, a tener una mayor inteligencia emocional y una mayor comprensión de nosotros mismos.

Para comprender un poco más de todo esto resulta muy interesante escuchar a Norberto Levy en este vídeo: La culpa
Y a ti ¿qué te parece eso de integrar y aceptar las emociones desagradables?, ¿realmente crees que puede ayudarte a ser más feliz?

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