Libertad sin ira

La madurez psicológica es un continuo en el que nos movemos durante toda nuestra vida. La evolución consiste en una continua disminución del egocentrismo.

Cuando somos niños, en una edad muy temprana, aún no somos capaces de diferenciarnos del mundo, de los demás, de los objetos.

En la primera etapa, alrededor del primer año, nos identificamos con lo material, como si también fuéramos nosotros, asimismo nos identificamos con nuestra madre y con los demás con si fueran partes de nuestro cuerpo.

En una segunda etapa, al final del primer año hasta el segundo, hemos logrado diferenciarnos de los objetos y descubrimos nuestras emociones con las que ahora nos identificaremos, de tal manera que creemos que los demás sienten y viven las cosas igual que nosotros, de una manera fusionada, como si las emociones de los demás fueran la continuación de nuestras emociones.

En una tercera etapa, a partir de los 3 años, logramos diferenciarnos de las emociones y descubrimos la mente, los pensamientos, nuevamente nos identificamos ahora con esta capacidad, con nuestros pensamientos.

A partir de los 11 años de edad desarrollamos la capacidad autorreflexiva, con esta capacidad comenzamos a aprender a diferenciarnos de los pensamientos.

Cuanto más nos diferenciamos de lo concreto podemos ser conscientes de nosotros y de los demás con una mayor amplitud, de esta manera en nuestros objetivos y motivaciones cada vez podremos incluir a más personas.

A nivel social podemos ser capaces de incluir desde nuestra familia a un grupo cada vez más amplio, desde nuestro grupo social a nuestra región, nuestro país, el mundo, otras culturas, otras ideologías, otras religiones, y así hasta ser capaces de poder incluir a más personas como motivación y parte de nuestro propio bienestar, aceptando la diversidad y la pluralidad, desde lo más tradicional hasta lo más innovador, con una verdadera tolerancia que no tiene nada que ver con el conformismo ni con la resignación.

Por eso lo que vamos adquiriendo en nuestro desarrollo es una capacidad de mirar por el bien común, con esta capacidad podemos llegar a tener altas miras y la motivación de ocupar nuestro propio poder para hacer cosas por los demás, descubriendo que eso es justo lo que más nos llena, nos damos cuenta de que todo lo demás es temporal y fugaz, sin embargo, la plenitud que podemos sentir haciendo cosas por los demás lo único que hace es sumarse en nuestro interior de una forma atemporal.

Mi inspiración hoy tiene como origen el recuerdo de la figura de Adolfo Suárez, él reunía cualidades humanas a destacar, consiguió tener una mirada amplia y la motivación de unir lo que de pequeño ya había sufrido como una separación en dos mitades de su propia familia. Lo que no pudo conseguir en su familia lo consiguió con España y esa fue su manera de autorrealizarse, siempre proclamando la paz y la concordia, que nada tiene que ver, como bien decía él, con el conformismo y la uniformidad, sino que reúne la diversidad, el pluralismo y la lucha por la tolerancia de forma pacífica en un mismo lugar.

Con la gratitud de haber tenido esta gran figura humana espero que siga siendo una referencia a seguir para todos nosotros y consigamos esa deseable madurez interior, sobre todo, por el bien de todos.

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