En el camino de nuestra vida son muchos los sucesos que no están bajo nuestro control o que lo están sólo de forma limitada. Esto casi siempre es muy poco agradable.
Nuestra aversión a lo «incontrolable» es tan fuerte que normalmente optamos por desvalorizar los factores que son independientes de nuestra intervención y, sin embargo, nos atribuimos un poder de control superior al real.
Esta situación puede distorsionar de tal forma la realidad que prestemos demasiada atención a los factores que no controlamos, pero que tenemos la creencia de poder controlar, y descuidar nuestra atención hacia los factores que sí podemos controlar de nosotros mismos.
Esto finalmente crea un círculo vicioso que nos causa sufrimiento y nos quita capacidad de control para lo que sí podemos controlar y también nos quita capacidad de aceptación para lo que es inevitable.

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