Unos humanos del futuro consiguen aterrizar en el presente y se encuentran con algunas sorpresas que no esperaban. Se leía en el periódico digital del día.
Después de muchos eones habían conseguido entender algunas cosas fundamentales sobre cómo dejar de sufrir y todo ello gracias a la observación del sufrimiento del pasado.
En realidad dejar de sufrir no significaba no sentir dolor en ningún momento, pero sí ahorrarse mucho sufrimiento evitable, tremendamente evitable, aunque casi nadie lo sabía.
El mundo de aquellos humanos del futuro era sorprendentemente tranquilo, comparado con los del presente, esclavizados por una amígdala excesivamente alerta por hábitos de pensamientos destructivos, por la comida procesada y por el azúcar.
Zenon comentaba en una cafetería algunas curiosidades del presente, su pasado, a Tradel. Reían juntos antes de seguir el itinerario de ese día para recoger más datos sobre la antigüedad.
Hace buen día, comentó Tradel, mientras salían de aquel sitio lleno de cocaína, es decir, azúcar. Para ellos era ya un dato de la antigüedad el descubrimiento del origen de las enfermedades «modernas», que no supieron descifrar en la época postmoderna y que por fin desvelaron mucho más tarde. Mucho más tarde. Casi a punto de que todo terminara por la contaminación.
Aquel descubrimiento supuso el mayor punto de inflexión de la humanidad, cuando entendieron por fin cómo funcionaban las emociones.
Siglos y siglos de represión y de equivocaciones en la comunicación.
– «Estoy sufriendo mucho pero no quiero decírselo a mi familia para que no sufran».
– «No quiero llorar porque si no tendré una depresión».
– «Mejor no digo lo que pienso por si a alguien no le gusta, aunque tenga que reprimir el enfado que me ocasiona».
Cientos de creencias irracionales sobre las emociones han viajado durante milenios ocasionando guerras, manipulación y odio del más puramente destructivo, el que sostiene el germen de la maldad que se anida en todo ser humano, sobre todo, en el que no lo reconoce.
Zenon y Tradel entran en un comedor universitario para observar cómo los todavía adolescentes aprenden a ocultar sus sentimientos y emociones a toda costa.
En el pasado todos los humanos creían que podían ser atacados si mostraban alguna emoción. Un vestigio del hombre primitivo que sigue creyendo que más protección es protegerse bien. Construyendo así las corazas más resistentes al amor.
Tenían que tomar datos, así es que se apresuraron a dejar constancia de sus pensamientos en los dispositivos.
Senda ese día estaba inspirada y había encontrado una manera más de explicar todo aquello que descubría sobre las emociones y no dejaba de escribir en su ordenador, pero aún tenía que dejar reposar todos esos datos que Zenon y Tradel estaban apuntando en los dispositivos de aquel futuro que parecía prometedor.
Había decidido ir poco a poco, dejando que su mente le trajera justo lo que necesitaba para desarrollar esta historia que continuará próximamente.