Xavier Eguiguren con Infierno, cielo y en la Tierra un traje verde
José Alfonso Romero P. Seguín con La hija del txacurra
Allí estaban tres hombres valientes que no escondían sus emociones, por eso más valientes aún. Las circunstancias les había expuesto al horror de lo que los humanos somos capaces de hacer.
Cuando se adoctrina a una persona hacia el odio, el radicalismo y la violencia, lo que se hace precisamente es separar a la persona de su propio dolor, de su sensibilidad, de sus emociones y sentimientos, menos de uno, el único que queda impune y ensalzado es el odio y con una dirección muy peligrosa.
El dolor es algo de lo que todo el mundo suele huir como puede, pero el dolor inevitable de la vida es eso, inevitable, y además es el que nos conecta a nosotros mismos y a la vida. Todo el que trata de huir de él le espera más sufrimiento, lo veo cada día en mi consulta. Es comprensible y lógico ¿quién quiere sufrir? nadie, pero a veces, nos confundimos de dirección, queriéndolo arrancar de nuestro interior, causándonos más daño.
Después de asistir a la presentación aún tuve alguna sorpresa agradable como una conversación al día siguiente, por Facebook, con otra asistente a las Jornadas, quien me dijo: «yo creo que el dolor, como otras sensaciones, tienes que dejar que te atraviese para poder superarlo». Ella había dado con una importante clave.
Xavier descubre en este libro toda su sensibilidad, desde lo más terrible, en el infierno, hasta lo más tierno, en el cielo. Al principio nos enseña la herida de su alma para mostrar cómo la sublima a través de una escritura creativa y juguetona. Su experiencia la deja marcada en el libro como huella transparente, desde donde podemos verle a él, tal cual. Cuando una persona muestra su esencia nos invita a nosotros a ver la nuestra, como en un espejo, y esta es la mejor invitación que podemos tener.
El odio está en el continuo del enfado y es una energía muy potente que pone rumbo a nuestras vidas, en el mejor de los casos, es creación. Si no reconocemos estos sentimientos en nosotros, más fácilmente nos gobernarán y en vez de crear, nos destruirán.
El que dice no tener odio a lo mejor no es que mire a otra parte sino que ha conseguido sublimarlo o canalizarlo de alguna manera, integrarlo, ha logrado transformarlo en algo constructivo o en compasión y amor.
En este fragmento del libro de Xavier podemos leer un párrafo, sacado de su esencia, transformando el sufrimiento en belleza:
«Emocional, mejorando, escribir lo que dictan los sentidos, redactar con el alma, que interpreta el sufrimiento pasado y lo colorea a su libre albedrío».Y tengo que decir que bello como el más puro estilo de Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido. De quien quiero recordar también unas palabras: «No había que avergonzarse de las lágrimas, pues ellas testimoniaban la valentía del hombre, el valor de encararse con el sufrir».
Pero me gustaría terminar con otro fragmento de Infierno, cielo y en la Tierra un traje verde, el que alude a eso que nunca debiéramos dejar de ser:
«Siempre me llama la atención que los extremismos, radicalismos y otros ismos, aparecen en personas que dejan de ser niños. La maldad no nace, se hace, a mi juicio».
A mi juicio también, Xavier. Odio/amor, un binomio que queda patente en este libro y que debemos construir sano nosotros mismos, en nuestro interior, para que seamos nosotros los que lo gobernemos, si miramos a otra parte quizá otros lo gobiernen. Así es que yo también odio y amo, al reconocerlo, lo gobierno yo, y no otro.