Cual botella de náufrago lanzamos miles de mensajes al ciberespacio para ser escuchados. Como si aquí no me pudieran escuchar, ¿será quizá que no nos escuchamos? Nos tenemos tan cerca que no nos vemos, ni a nosotros ni a los demás, quizá sea esto.
Puedo hablar con 5 personas a la vez, lo que me permitan la rapidez de mis dedos tecleando, lo que permita mi agilidad mental, lo que permita la no profundidad de cada conversación mantenida.
Quizá estamos en esas primeras etapas, aprendiendo a manejar este mundo con tantas opciones y tan hiperestimulado. Tan enorme libertad hemos construido que no sabemos qué hacer con ella y, muchas veces, aparece el hastío, el aburrimiento, la saturación, la falta de valoración de las pequeñas cosas de nuestra vida y, por tanto, la infelicidad.
Con suerte esta infelicidad no te causará grandes daños, o no aparentemente. Quizá no sufras de ansiedad, ni de depresión, ni de cualquier otro mal que se pueda diagnosticar con el libro de cabecera de trastornos mentales (DSM IV). O bien ¿este aparente silencio es peligroso, como gripe que cursa sin fiebre?
Qué pasa si no tengo ningún problema pero en realidad los tengo todos, qué pasa si sufro de infelicidad y ni siquiera puedo ponerle nombre, al menos para ser comprendida por un médico que me diga: «tiene usted ansiedad» o «tiene usted depresión».
Me pregunto si somos conscientes de cuánto poder tenemos para cambiar la química de nuestro cerebro, tanto para bien como para mal. Y si somos conscientes de cómo la química que tengamos en nuestro cerebro puede afectar a los demás. Pero primero hay que preguntarse si uno tiene conciencia, hay quien no la tiene.
¿Realmente queremos comunicarnos o preferimos crear una imagen maravillosa para enseñarla en las redes sociales, ser vista y admirada? Tengo la oportunidad de ocultar para siempre todo lo que en mí no me gusta gracias a las redes sociales, pero ¿podré comunicarme de verdad si antes me he deshecho de todo lo que no me gustaba de mí? ¿seré yo realmente la que se comunica o será la imagen idílica que he creado de mí?
Estamos quizá embarcándonos en un estilo de vida narcisista. El narcisismo humano difiere en las distintas culturas. En las culturas colectivistas, como en Japón, el líder se siente satisfecho de poder ayudar a la evolución de su grupo. En las culturas individualistas, como en Norteamérica, el líder se siente satisfecho de poder ayudarse a sí mismo.
Es curioso cómo el trastorno narcisista de la personalidad no estaba incluido en las primeras clasificaciones de trastornos mentales en EEUU, lo que parece indicar que es una expresión típicamente norteamericana.
¿Podemos crear una sociedad en la que cada uno sea responsable y se preocupe de sí mismo con el fin de al menos no entorpecer, poder contribuir al grupo y ayudar a los demás?
Leyendo tu post y viendo el programa de Redes me vienen a la mente dos temas: El Imperativo Categórico de Kant (moral universal que, lógicamente, él no lo trata desde un punto de vista psicobiológico sino en su concepción prereligiosa) y la capacidad de correspondencia que considera únicamente humana.
Sin embargo, hasta esta capacidad de correspondencia, el regalo, logramos convertirla en algo agresivo o signo de prestigio. Lo describe muy bien Marcel Mauss en su Ensayo sobre el Don. Aquí describe un ritual de intercambios de regalos agresivamente, el Potlatch, en unas tribus del noreste de EEUU y Canadá.
Esta costumbre tiene su correlato en la sociedad actual. Ejemplos, bodas y ceremonias suntuosas como regalo “agresivo” y símbolo de estatus o… fuimos a cenar y nos dieron sandía con mortadela y nosotros les dimos jamón con melón
Lo que no sé es si los animales son capaces de demorar la gratificación: trabajar duro hoy para tener mañana (y no me refiero a la cigarra y la hormiga)
¿Qué opinas sobre la capacidad de demorar la gratificación? El famoso experimento de los niños y las golosinas. Los que lo hicieron resultaron ser más brillantes después.
Respecto al tema de tu blog, además de lo que describes y, sobre el tema del narcisismo, creo que las RRSS son una hoguera de las vanidades
Muy interesantes los que he leído
Un afectuoso saludo
Hola David.
Muchas gracias por tu comentario. Realmente interesantes tus reflexiones.
Al leerte, sobre lo agresivos que podemos ser con la forma de relacionarnos en eventos y con los regalos, me viene a la memoria el modelo práctico que Marshall Rosenberg desarrolló, llamándolo Comunicación no Violenta. Hemos sido educados con unos hábitos de comunicación que son realmente muy violentos, aunque no nos demos cuenta o no nos lo parezca. Te invito a que lo descubras, si es que no lo conoces ya, en este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=C50SD-SDBKg
Por otra parte, la demora en la gratificación es una capacidad que se puede desarrollar y que, como bien muestra el experimento de las golosinas, quienes ya poseen un cierto desarrollo de ella siendo niños, demuestran tener más éxito en sus vidas, consiguiendo sus objetivos. Este tema de las golosinas me hace recordar al monstruo de las galletas de Barrio Sésamo, sobre ello habla Daniel Goleman en su libro Focus, te lo recomiendo, si es que no lo conoces ya y te gustan este tipo de lecturas.
Pues encantada de compartir sobre estos temas contigo, muchas gracias por tus aportaciones.
Un cordial saludo!